lunes, 20 de octubre de 2008

APUNTES UN ACERCAMIENTO A LA HISTORIA Y LA TRASTIENDA DEL AMERICAN BALLET THEATRE (ABT) DE NUEVA YORK[1]

SOBRE EL AMERICAN BALLET THEATRE

Seis décadas de historia

La danza norteamericana es reconocida mundialmente por haber iniciado el movimiento modernista en contraposición a la danza académica.

Este hecho no impidió que el ballet clásico lograra instituirse en Estados Unidos al punto de generar un espacio profesional de gran calidad artística. El American Ballet Theatre es uno de los ejemplos más significativos al respecto.

Los antecedentes


Las visitas de compañías rusas de ballet a Norteamérica en las primeras décadas del siglo XX ayudaron a popularizar la danza clásica entre el público estadounidense.

Las presentaciones de Anna Pávlova o las constantes giras del Ballet de Sergei Diaghilev enriquecieron la escena y su presencia motivó finalmente la creación de las primeras escuelas de ballet.

En 1937, Mijaíl Mordkin —ex pareja de Pavlova— abre en Nueva York una escuela de danza clásica que con el tiempo se convertiría en una compañía profesional financiada por Lucia Chase, bailarina principal del grupo e hija de una importante familia de banqueros.

En 1940, Chase se une con el ex administrador de la compañía de Mordkin, Richard Pleasant, con la intención de echar a andar una nueva agrupación: el Ballet Theatre.

El propósito era forjar un ballet norteamericano, con bailarines y coreógrafos de renombre, con la particularidad de reunir en escena obras rusas y británicas.

Los primeros años


El Ballet Theatre debutó el 11 de enero de 1940 en el Radio City Music Hall con 85 bailarines, incluyendo a Alicia Markova como intérprete principal.

En su primera temporada contó con 11 coreógrafos y programó 21 piezas, seis de las cuales fueron estrenos mundiales y cinco estrenos en Estados Unidos.

Destacó la participación histórica de Mijaíl Fokin, quien repuso “Las Sílfides” y “Carnaval”.

A lo largo de los años 40, la compañía comenzó a dar temporadas en el Metropolitan Opera House, lugar que le sirve de residencia en la actualidad.

Conforme avanzó la década, logró diferenciarse de otros conjuntos internacionales y estableció un perfil propio al integrar en su repertorio creaciones de coreógrafos ingleses, norteamericanos y rusos, como Antony Tudor, Agnes de Mille, Jerome Robbins, George Balanchine, Leonide Massine y Bronislava Nijinska, muchos de los cuales realizaron piezas originales para la agrupación.

En ese mismo período participaron como intérpretes Nora Kaye, Hugh Laing y la cubana Alicia Alonso.

Itinerancia y consolidación


Durante los años 50, la compañía desarrolló nuevas producciones y para llevarlas a cabo invitó a los primeros coreógrafos franceses que habrían de colaborar con el ABT: Roland Petit y Jean Babilée.

En 1955, el conjunto visitó Chile por primera vez.

Al año siguiente pasó a llamarse oficialmente American Ballet Theatre, una medida producto de las circunstancias luego que en las giras se hizo necesario especificar la nacionalidad de la compañía. La denominación se conserva hasta hoy.

Durante los 60 y en plena Guerra Fría, la agrupación llegó a presentarse en la ex Unión Soviética en lo que fuera una gira pionera de una compañía estadounidense en esa zona.

Las siguientes décadas fueron años de consagración internacional, dado que el cuerpo artístico reclutaba a los mejores artistas de entonces, como Mijail Baryshnikov, Eric Bruhn, Carla Fracci, Cynthia Gregory, Gelsey Kirkland, Natalia Makarova, Martine Van Hamel y Rudolf Nureyev.

Diversificación de repertorio


A partir de los años 70, el repertorio del American Ballet Theatre comenzó a hacerse aún más diverso con la incorporación de piezas de coreógrafos provenientes de la danza moderna.

Esta etapa se caracterizó por la presentación de obras de Alvin Ailey, José Limón y Martha Graham.

Posteriormente se agregaría una línea más vanguardista montando algunos títulos de Paul Taylor, Merce Cunningham y contando además con la colaboración de Twyla Tharp.

En los años 80, Mijail Baryshnikov asumió la dirección y se mantuvo en el cargo a lo largo de una década.

En ese período enriqueció el repertorio con trabajos de creadores contemporáneos, sin dejar de lado los grandes clásicos, como el remontaje de “La Bayadera”, varios títulos neoclásicos de Balanchine y algunas obras de Kenneth MacMillan, como “Romeo y Julieta”, “Anastasia” y “Manon”.

Tradición e innovación


En los últimos diez años, la compañía es reconocida por la realización de grandes producciones de ballets narrativos, los que se caracterizan por su espectacularidad e innovadora puesta en escena.

Entre ellos se cuentan “Otelo”, de Lar Lubovitch; “La doncella de nieve” y “Cenicienta”, de Ben Stevenson; y “La fierecilla domada”, de John Cranko, entre otras.

En la actualidad, el American Ballet es reconocido en el mundo entero por su rica variedad de títulos que conjugan tradición e innovación. Los coreógrafos han enriquecido el repertorio desafiando además la versatilidad de los intérpretes.

Bailarines latinoamericanos


En seis décadas de gestión, el ABT ha integrado una importante planta de bailarines latinoamericanos, desde Alicia Alonso hasta personalidades como Julio Bocca, Paloma Herrera y la cubana ex bailarina del Ballet de Santiago, Berthica Prieto.

La escena chilena del ballet tiene además un vínculo particular con la agrupación, ya que dos ex directores del Ballet de Santiago —Ivan Nagy y Ricardo Bustamante— provienen de esta agrupación.

SOBRE BERTHICA PRIETO

Destacada bailarina y coreógrafa internacional.

Nació en Cuba. A muy corta edad se radicó en Puerto Rico donde vivió con su familia.

Posteriormente residió en Estados Unidos. Allí inició su formación en el ballet.

En 1975 se incorporó como intérprete al cuerpo de baile del American Ballet Theatre de Nueva York, donde llegó a asumir roles principales y de solista.

En la compañía compartió escena con primeras figuras, como Rudolf Nureyev, Mijail Baryshnikov, Carla Fracci, Natalia Makarova e Ivan Nagy, con quien más tarde trabajaría en Santiago.

Fueron destacadas sus participaciones en producciones de “El Lago de los Cisnes”, “Giselle”, “Don Quijote” y “Cascanueces”, entre otras.

En 1979 comenzó la labor como coreógrafa montando “Las Sílfides” para el Ballet Concierto de Puerto Rico.

En 1980 se estableció en Chile y se integró al Ballet de Santiago.

Más tarde incursionó en la danza contemporánea independiente como integrantes de La Séptima Compañía, agrupación dirigida por Luis Eduardo Araneda.



[1] Contenidos desarrollados por Centro de Investigación y Memoria Artes Escénicas (CIM. Ae), que integran María José Cifuentes, Constanza Cordovez y Simón Pérez. Edición: Javier Ibacache.

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