viernes, 21 de noviembre de 2008

LA GENERACION DE RELEVO Y LOS NUEVOS LENGUAJES

LA GENERACION DE RELEVO Y LOS NUEVOS LENGUAJES

Generación de transición

Aludir a una generación de relevo implica pensar una serie de operaciones que se dan en un contexto determinado. Durante la escena de los 80 y comienzos de los 90 existe una serie de coreógrafos que comienzan sus trabajos de manera personal, llevando una exploración que va a distanciarse de las matrices localizadas en los centros de enseñanza del Espiral y la Universidad de Chile.

El espacio gestionado por Elizabeth Rodríguez y Nuri Gutés llamado Metro Cuadrado comenzó a funcionar desde el año 1996 en Balmaceda y Quinta Normal. Luego, en 1998, se traslada al espacio de Revista Paula ubicado en avenida Santa María. Con un modelo exportado de Nueva York (Movement Research, fundado en el año 1978 con influencias de la generación de danza postmoderna de Estados Unidos) sirvió como centro de formación alternativo para una nueva generación de bailarines y coreógrafos. Pasó a ser dirigido en conjunto por Elizabeth Rodríguez, Francisca Sazié y José Luis Vidal.

Nuevas posibilidades, más compañías y nuevos autores

La conexión entre generaciones (la de los 90 y de la transición al cambio de siglo) se gatilla principalmente por las nuevas posibilidades que presenta el medio. A medida que se abrían espacios y festivales, crecía también la cantidad de creadores y la conformación de núcleos cada vez más transitorios. Además, los Fondos Concursables del Estado (Fondart) y las becas patrocinadas por la Fundación Andes generaron la posibilidad de trabajo de intérprete remunerado y la reunión por proyecto. Esto genera una cantidad importante de producción de obras.

En 1995 aparece la Compañía Danza-azul, de Francisca Sazié y José Luis Vidal, que después se llamará Vórtice. Crearon el dúo Aurelio-Aurelia, Temporarias y Ánima mía esa misma temporada. Ambos bailaban en la Compañía de Elizabeth Rodríguez y compartían el espacio Metro Cuadrado para ensayar y crear. Luego, Vidal parte a estudiar a EE.UU. y a Europa. Sazié lo sigue, pero finalmente decide quedarse en Nueva York. Sus creaciones personales son Zero, Click de Manzanas (Sazié); Roundtrip y Pantalones Grises (Vidal y José Olavarria). A su regreso, Sazié continúa siendo parte de la Compañía de Rodríguez. Ambos crearán más tarde sus propios núcleos de autor que se mantienen hasta la actualidad. Sazié crea Tercera Persona (intruso), Anatomía de la felicidad y Asado. José Luis Vidal, Pichanga y Tifgan.

Claudia Vicuña también integra la compañía de E. Rodríguez. Comienza sus trabajos coreográficos con La Variante y Ciudades Invisibles. Más adelante trabajará con Alejandro Cáceres, quien a su vez venía haciendo un camino propio con piezas como Délok. Ambos se constituyeron en una dupla coreográfica para crear Contenedor, P.A.F.! y una producción que se estrenará en enero de 2009.

Mauricio Barahona forma su propia compañía, Proyecto Experimental, donde genera títulos como MOC, Cuando cierras tus ojos, Ana y Danza y fotografía. Luego parte a Barcelona, donde reside hasta la actualidad.

La Compañía Lluvia Bajo Luna opera entre 1994 y 2004 como colectivo. Luego, Natalia Sabat sigue creando en solitario como Sincronía Temporal, aún en colaboración con Vivian Romo principalmente.

Generación de Relevo

Esta generación de transición se transformará también en parte de la Generación de Relevo que engrosa el trabajo coreográfico de la danza independiente del nuevo siglo. Al grupo se incorporan Paula Sacur (creadora de Costa Marfil y Living Paraíso), Marcela Hurtado y Rocío Rivera en Valparaíso con la Compañía Mundo Moebio donde coreografía en colectivo Lo invisible de cada día, Membranas Translúcidas y Suelo de tres actos en transformación, entre otras.

En la misma línea se inscribe el Colectivo Etiqueta Negra, formado principalmente por actores de teatro de la Universidad Católica que en su momento trabajaron con Elizabeth Rodríguez y José Luis Vidal, como Felipe Contreras, Gonzalo Morales, Macarena Zamudio (video-danza) y Carla Romero. Ellos son responsables de montajes como Entre Sombras, Qué es lo que es y numerosos videos-danza.

Muchas coreografías y agrupaciones surgen de los talleres de creación realizados por José Luis Vidal en la sala de revista Paula y por Paulina Mellado en el seminario “Para qué y por qué se hace lo que se hace”, que documenta el proceso en un libro homónimo. Lo propio hace Elizabeth Rodríguez en el espacio del Colectivo Etiqueta Negra al trabajar con unipersonales. Allí surgen nombres como los de Chery Matus, Daniela Palma, Betania González, Paulina Vielma, Tamara González, Ana José Manríquez y Sergio Valenzuela, entre otros.

Muchos de los coreógrafos de la generación de transición y de relevo parten a estudiar o a bailar afuera. Algunos aún residen en el extranjero, como José Luis Vidal en The Place en Londres, Julieta Figueroa en Berlín, Luis Corvalán en Francia y Mauricio Barahona en Barcelona. Otros volvieron, como Carolina Cifras y José Olavarria desde Francia; Ana Carvajal, también de Francia; Francisca Sazié y Claudia Vicuña desde Tailandia.

Uso e integración de nuevas tecnologías, video-danza y nuevos soportes

Lo que en Chile se va a entender como nuevas tecnologías para la danza durante los 90 y con posterioridad al año 2000 va a consistir fundamentalmente en los diversos usos del video y de la música en vivo con medios digitales.

En el caso del video hay tres aspectos que se han explorado con mucha fuerza.

Por una parte, la creación de Video-Danza como un ámbito artístico nuevo que trabaja con una temporalidad y espacios distintos a las presentaciones de puestas en escena en vivo. Esta expresión considera la participación de realizadores audiovisuales y explora en todas las posibilidades del soporte video, como la edición, los efectos especiales, el uso de zoom, etc.

También es usual la proyección de video en la escena en vivo. Supone un trabajo audiovisual específico de acuerdo a la función que habrá de cumplir la proyección al interactuar o no con lo que sucede en la puesta. En esta línea se incorpora el circuito cerrado, con la captura de imágenes desde una cámara que se proyectan en seguida en un telón.

Últimamente se han desarrollado software visuales de última generación junto a técnicos especializados que han permitido jugar con los espacios de proyección, ajustándose a las necesidades de las piezas. Esto se ha visto en obras de Francisca Morand (Catálogo, 2007) y Elizabeth Rodríguez (Cuando Bailo bailo; cuando duermo, duermo, 2007).

Desde la música también existen colaboraciones interesantes que han transitado por diversos usos de la tecnología. Cabe mencionar de manera especial el trabajo de José Miguel Candela, del colectivo de arte La Vitrina, un músico electroacústico que ha desarrollado una labor en este sentido en la obra Totem Concierto Corporal Electroacústico, de Exequiel Gómez y Daniela Marini. Allí Candela confeccionó un sistema de sensores que a través del movimiento gatillaban las sonoridades de la pieza.

Uso de espacios atípicos

La relación entre danza y espacios de exhibición es un tema que se ha desarrollado a través del siglo XX como una exploración incesante para romper con determinadas convenciones y esquemas. Lo documentan las fotografías de Isadora Duncan bailando en las afueras de las ruinas griegas, las presentaciones en espacios abiertos de la Danza Libre de Rudolph Laban, las intervenciones en espacios festivos de Oskar Schlemmer y la Bauhaus, los trabajos de Trisha Brown que lleva a los intérpretes a colgar con arneses de estructuras de museos y edificios públicos.

En la mayoría de las producciones que se presentan en Chile aún persiste la idea de establecer una diferencia entre obra y público en términos estrictos de espacio. No obstante es posible descubrir algunas variantes, como el uso de espacios no convencionales a la manera de un teatro tradicional; el desarrollo de piezas según la pauta tradicional pero en espacios abiertos; o las intervenciones que irrumpen en la arquitectura y en los espacios públicos, donde los espectadores pueden circular libremente y seguir la coreografía desde diferentes ángulos.

Cabe destacar el trabajo del colectivo La Vitrina en obras como Carne de Cañón (2004), Status Quo (2006) y Guerra (2008), donde el entorno y la obra están diseñados para que se articule un vínculo directo con el público y el espacio sea modificado por la coreografía, sus intérpretes y los espectadores.

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